Esta sensación de choque entre el mundo onírico y la realidad se hace cada vez más notoria en la coyuntura actual. Y de lo que no se están dando cuenta los diferentes actores que vienen tomando posición es el endose que comienzan a cargar sobre sus hombros. La política es de gestos más que de discursos. El supuesto golpe de Estado ha sido uno en el que ha habido una carencia amplia de elementos que caracterizan, justamente, los golpes de Estado: sin tanques, sin discursos militarizados, sin sensación de represión o gas lacrimógeno. El mínimo despliegue policial fue, más bien, para cuidar al actor disuelto y no para atacarlo. Y de eso ya hablamos bastante en el artículo anterior.
Si revisamos las formas de comunicación de ambos bandos de manera general, la sensación que queda es que, por un lado, existe entereza, cálculo, seguridad, cierta estrategia -obviamente con los recursos mínimos con los que se cuenta- y habilidad política. Ha sido el “golpe de Estado” con el mínimo uso de palabras y declaraciones que busquen legitimarlo. Ha sido la calle la que lo ha hecho. Desde el otro lado, ha habido una intoxicación de declaraciones agresivas, sin un mayor control de calidad, lo que transmite, inconsecuencia lógica, desesperación y vulnerabilidad a través de la repetición de un guion burdamente aprendido que termina convirtiendo estas voces desesperadas en un parloteo vacío, poco profundo, atrincherado en los pasos perdidos (o quizás perdido en sus pasos).
La falta de lectura de la realidad es mucho más peligrosa incluso cuando se mezcla con el dogmatismo. Convierte al ser humano de un ser pensante y racional en un ente robotizado, programado, sin alma, que emite consignas en vez de pensamientos claros y racionales. Si analizamos los hechos, el gobierno ha transmitido gestos y la oposición atrincherada en el Congreso ha emitido discursos que se van perdiendo debido a su abrumador deseo de imposición, a su incremento exponencial que lo que hace, más que convocar, es intoxicar y ahuyentar, en señal internacional, vía CNN.
Estamos siendo espectadores de las más fervientes defensas del status quo que viene dando sus últimos suspiros, con periodistas y ex ministros que han marcado posición férrea en defensa de los congresistas parapetados en el parlamento, buena parte de los que ya están apareciendo en la lista de codinomes. Interesante esta guerra de narrativas. Los defensores del bando parlamentario (fujimoristas y apristas, en su gran mayoría), están utilizando una estrategia que confirma ese deseo inconsciente de ser el otro: usan las mismas denuncias hechas contra ellos y las lanzan contra el otro bando.
Pero acá viene lo más interesante. Si además de analizar al emisor o al medio, vamos más allá, analizando el propio mensaje, nos damos cuenta de connotaciones de muy alta trascendencia. La designación de la nueva Ministra de Economía y Finanzas (MEF) es un acto político tremendo y muy calculado, más aún por cómo se fue filtrando la información. El día previo se vio ingresar a Luis Carranza, figura representante del ala más dura del MEF y símbolo vigente de la política económica actual. Y al día siguiente, ¡boom!: nombran a una figura joven, más fresca y menos contaminada, símbolo claro de la nueva forma de ver el mundo. Nuevamente, la semiótica en todo su esplendor. El signo de un cambio de paradigma, de un antes y un después. Y no estamos hablando del tradicional esquema derecha – izquierda, que definía el marco conceptual e ideológico del siglo XX. La lógica política ha pasado a enfocarse más en la contraposición entre liberalismo y conservadurismo. Y allí, los neoliberales ortodoxos del siglo XX, hijos de Friedman, los Chicago Boys, han sido derrotados por los Harvard Boys. Es un cambio de frame completo.
Antonieta Alva es la personificación de los nuevos tiempos. De no más de 34 años, nadie podría decir que es una rojete, caviar, hija del chavismo, comunismo, socialismo, marxismo, leninismo, como señalan los fujimoristas sin equiparar en sus diferencias conceptuales. Ellos, los representantes de este viejo paradigma que se desmorona, como lo sustenté en el primer artículo de nuestro blog. Ella es joven y mujer, con lo cual el acto se vuelve revolucionario y vanguardista en este país de machistas neoliberales. Estudió en la Universidad del Pacífico y en Harvard. Es la representación del nuevo perfil de servidor público con sesgo economicista y con una gran lectura de la realidad. Tony tiene calle -por lo menos más calle que los dinosaurios que venían dirigiendo las riendas de nuestra política económica que ha tenido muy malos números en treinta años-. Con esto me refiero a conocer mucho mejor la lógica del mundo actual, el mundo del big data y la inteligencia artificial. Obama y Zuckerberg, por cierto, también son de Harvard.
Ayer fuimos testigos de calificativos duros de este sector frente a esta designación, tildando a la nueva ministra de NN y de ser elegida por tener una relación cercana con el presidente, señales de un golpe durísimo a ese paradigma. Fui testigo incluso de la demostración clara de esas taras inconscientes en las que siempre se ha asumido al MEF como el ministerio que define más bien la política en general, por encima de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Ahora incluso la lógica es distinta: es el nuevo premier el que tiene mayor peso político que la nueva ministra de economía y eso está muy bien también. La economía alineándose ante la política.
Después de toda esta performance tan bien calculada, la popularidad de Vizcarra se ha elevado tremendamente. Ahora sí, realmente, se ha vuelto presidenciable, irónicamente en el desenlace de su gobierno, un gobierno inesperado, un gobierno NN, al que nadie le dio esperanzas pero que se ha convertido en su propia tribuna política, nacional e internacional. Es como si estuviera terminando de construir la imagen de un estadista social demócrata, más adecuado a nuestros tiempos, y a punta de atravesar la peor tempestad política, irónicamente, la experiencia más gratificante de su vida: haber sido presidente de este país, quizás en el momento más crítico de su historia republicana, de por sí, es un doctorado intensivo. ¿Será la corta estadía en Canadá y la referencia de Trudeau sumada a su gestión como gobernador pragmático y exitoso de una región olvidada? Quién lo sabrá. Más allá de su origen provinciano, Vizcarra ha demostrado ser un actor político con buenos reflejos, mucho más cosmopolita y adaptado a las actuales tendencias globales que la clase política tradicional. Hacer caso a las señales es fundamental.
Todo esto suena muy esperanzador para los que deseamos que el paradigma de nuestra política se adapte a los nuevos tiempos y se desmarque de esa visión anticuada y limitada de la vieja guardia, una vieja guardia marcada por el tinte de la corrupción de sus representantes políticos y que no se ha dado cuenta de ello todavía. Una vieja guardia que, en efecto, impulsó el crecimiento económico, pero sobre la base de una completa falta de propósito, con una carencia total de vínculo con el ciudadano al que convirtió, finalmente, en un mero consumidor, en un indicador sin mayores oportunidades, excluyéndolo de servicios públicos de calidad.
En treinta años de vigencia del paradigma, el modelo no logró garantizar ni infraestructura, ni transporte, ni educación, ni salud pública de calidad. No logró resolver la informalidad que se ha mantenido en 70% durante todo el período. No ha establecido un modelo de gestión de conflictos que permita asegurar la sostenibilidad del desarrollo social, habiendo sido encima uno de los períodos de más baja regulación y con apertura total al mercado. Si medimos los números de la élite que ha dirigido el país en los últimos treinta años, bajo sus propios estándares, un gerente con la más mínima preparación haría un cambio completo, una limpieza absoluta que garantice la eficiencia en la gestión de este país.
Establecer un propósito, ser consecuente con ello, desterrar ese viejo pensamiento que pone por delante el negocio o el éxito económico, es fundamental para la sostenibilidad de todo el entorno, sea político, económico o social, tal como lo hemos planteado desde esta tribuna, donde promovemos esta nueva visión del mundo desde la comunicación. La alegoría al microrrelato de Augusto Monterroso ahora es mucho más pertinente que nunca, de cara al bicentenario. Pero en este caso, es el dinosaurio el que ha despertado y se ha dado cuenta de que, en efecto, el Presidente todavía estaba allí.
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